Desbalance económico

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Eduardo Sarmiento Palacio

Por Eduardo Sarmiento Palacio

En los círculos dominantes no se oculta el desconcierto por el desempeño de la economía. La confusión empieza por los organismos internacionales y los bancos centrales. Luego de que la economía cayera en forma persistente durante 3 años y medio, no se observa un diagnóstico sobre las causas ni las soluciones. El FMI bajó en 6 meses la proyección de 2,8 a 1,6 %. Los comunicados del Banco de la República no dan cuentas de la poca eficacia de la baja de la tasa de interés. El ministro de Hacienda no explica las razones por las cuales la reforma tributaria resultó al revés de lo anunciado.

Las cifras más recientes del DANE sobre ventas del comercio, producción industrial, construcción y consumo de energía confirman que no hay recuperación; la economía está inmersa en un estado de caída persistente que tiene una clara contraparte en los desaciertos de manejo. La política monetaria ha sido totalmente inefectiva para normalizar la actividad productiva. Los hechos se han encargado de confirmar que dentro del marco de cambio flexible el Gobierno carece de control sobre el tipo de cambio.

En el primer curso de economía keynesiana se aprende que la principal función de la política macroeconómica es mantener el balance interno y el externo. Los dos propósitos se pueden lograr con un manejo monetario y fiscal que mantenga el sistema en plena capacidad y un marco externo que concilie el déficit de la balanza de pagos con el acceso a su financiación en los mercados internacionales.

En términos técnicos, se tienen dos balances y se requieren dos instrumentos para lograrlos (política fiscal y tasa de cambio). En la época de la Junta Monetaria, que antecedió al Banco de la República actual, el balance externo se conseguía con la tasa de cambio y el interno con la política fiscal. Hoy en día dentro de la modalidad de cambio flexible y tasa de interés internacional cero, el tipo de cambio es determinado exógenamente; el margen de control del país se acortó. El balance externo se consigue con políticas fiscales contraccionistas que reducen las importaciones y sitúan la balanza de pagos en sintonía con la disponibilidad de fondos. La política macroeconómica queda desprovista de medios para alcanzar el balance interno, representado por la igualdad entre el ingreso nacional de pleno empleo y el gasto. Por eso la economía va a la deriva y el crecimiento desciende en forma persistente.

En cierta forma al país le está ocurriendo lo mismo que a las naciones del sur de Europa, que se vieron sometidas a déficits en cuenta corriente insostenibles por el cuantioso superávit de Alemania. Después de varios años de penurias, optaron por una severa recesión que redujo el salario real en más de 25 % y elevó el tipo real de cambio. En la actualidad se recuperan lentamente.

El fracaso del neoliberalismo tiene su manifestación más clara en la globalización y el banco central autónomo. La globalización dio lugar a un cuantioso déficit en cuenta corriente que no se arregla dentro del marco de libre comercio. Los TLC, la baja mundial de los impuestos a las corporaciones y la separación de los productos de origen han ocasionado una reducción de la competitividad de los productos colombianos que no puede enfrentarse por la vía del mercado sin provocar grandes caídas de salarios. Por lo demás, en un marco cambiario flexible y tasa de interés internacional cero, la política monetaria se torna ineficaz. En ambos frentes se requieren reformas estructurales que doten al país de instrumentos adecuados para conciliar el balance externo, y lo más importante, el balance interno entre el ingreso nacional y el gasto. Hay que proteger la industria, subsidiar las exportaciones manufacturadas, intervenir el mercado cambiario y unificar la política fiscal y monetaria.

El Espectador, Bogotá.